En 1950, los pescadores de Lofoten (norte de Noruega) fueron relocalizados por el Gobierno a reginones más meridionales.
Esto fue parte de un plan gubernamental para centralizar y modernizar la nación después de la Segunda Guerra Mundial. Las comunidades que habían sobrevivido durante siglos en un ambiente hostil entre escarpadas montañas y un mar bravío decidieron marcharse para nunca volver.
Debido a la escasez de materiales de construcción se llevaron sus casas y construcciones con ellos, dejando sólo los cimientos. Las aldeas fueron desmanteladas en pocos mese.
Hoy, 60 años más tarde, a pesar de que la naturaleza haya colonizado gran parte de aquellos asentamientos, Hebe Robinson, fotógrafa noruega, rescata la historia de Lofoten mediante la superposición de dos realidades, pasado y presente.
