CORALES EN LA NIEBLA

Mañana de enero, Pelegrina, Sigüenza.
Había bancos de niebla en la carretera, saltábamos de un mundo a otro de manera intermitente. De un ambiente cristalino e invernal, de esos que huelen a leña, a una atmósfera irreal y vaporosa. Inmersos en las nubes, el campo se veía marciano y la humedad calaba el alma.
El sol del mediodía, oculto tras la densa niebla, no proyectaba sombra alguna. Entonces, perdimos la noción del tiempo.
Los escobares se erigían como dagas de cristal y las encinas, recubiertas de crujiente hielo, se nos aparecían a cada paso, como corales en la niebla.
Sopló el viento y la helada se escurrió hasta el río Dulce. A lo lejos apareció Pelegrina entre las nubes.